¿Qué es,
entonces, la conciencia?
Esta entrada busca dar continuidad a la interrogante fundamental planteada
en la publicación anterior de Transición Emergente:
http://transicionemergente.blogspot.com/2013/04/sobre-la-produccion-de-la-conciencia.html
en la publicación anterior de Transición Emergente:
http://transicionemergente.blogspot.com/2013/04/sobre-la-produccion-de-la-conciencia.html
Después de los casi catorce mil
millones de años que nos sugiere nuestra ciencia actual, la pregunta resulta, o
tan pertinente como siempre, o más pertinente que nunca. En tiempos de transición,
emerge como aquella que le hacía
Absolem a Alicia en la obra de Lewis Carroll: “¿Quién eres Tú?”
Lo Absoluto nos interroga, y no hemos
logrado responderle, después de los casi catorce mil millones de años que no
son un error narrativo, pues podría parecerlo dado el hecho de que la humanidad
que creemos conocer lleva muy poco tiempo caminando sobre este planeta.
Las alternativas que la filosofía occidental
nos ofrece, en resumidas cuentas, parecen ser el idealismo y el materialismo,
como analogía de la vieja cuestión sobre el huevo y la gallina: ¿qué es primero
entre lo tangible y lo intangible? ¿cuál emana de su aparente opuesto?
…y el pensamiento oriental es algo de lo que “hay que
olvidarse” según algunos profesores…
Transición Emergente se entiende como un reconocimiento a la
elaboración y síntesis del conocimiento humano. El desconocimiento a este
esfuerzo sería una arrogancia no compartida en este espacio. Sin embargo, busca
también el replanteamiento de cuestiones a nuestro parecer de vital importancia
para nuestra comprensión integral. Ante esto, Transición Emergente propone que:
La conciencia, parece ser un gran
experimento auto-exploratorio en el que tú y yo, como individuos, no somos de
mayor importancia. Nos recicla, de la misma manera que el suelo a las hojas de
los árboles. Parece insensible ante la individualidad y profundamente abocada a
la conectividad.
La conciencia, entendida como una
propiedad humana, de la que todo lo supuestamente externo es carente, se revela
como un sinsentido bastante nocivo para nuestra comprensión de la realidad, y
de nuestro funcionamiento dentro de la compleja biósfera que integramos.
Casi catorce mil millones de años es
un sugerido de algo que no entendemos: tiempo. Ese en el que lleva desenvolviéndose
algo sobrecogedoramente presto al orden y la armonía creadora que ha desembocado en
vida. Aún más allá, la vida trabaja en función de su sostenimiento y de la
incesante creación de formas cada vez más excelsas, formas capaces de sentir emociones
sublimes y no utilitaristas, con el potencial de intervenir y co-crear su propia evolución.
Nuestro potencial creativo está
siendo utilizado de forma contraria a lo que somos, y somos un reflejo de la conciencia.
Somos células. No somos más que neuronas individualmente inservibles, pero
nuestras relaciones son las sinapsis de una gran conciencia de la que todo lo
que es vivo forma parte. Nuestra producción es un pensamiento, y los pensamientos
afectan nuestros tejidos y nuestros sistemas inmunológicos, para bien o para
mal.
La conciencia, esa que buscamos
despertar, es un misterioso e inasible instante de catorce mil millones de años
de edad. Transición Emergente no cree en ninguna revolución que no sea ese
despertar. Es la única revolución capaz de reformular nuestra interpretación
del mundo y de nuestro lugar en él. Es la única revolución capaz de reelaborar
el aparato conceptual que sostiene nuestra realidad. Transición Emergente fija
posición del lado de todos aquellos que hacen sinapsis por esa revolución, y
que parece cada vez menos utópica. La defensa del status quo es un carácter cada
vez más recesivo en la selección natural biológica de la conciencia.
El espíritu humano es el manifiesto
de una conciencia evolutiva, y las instituciones actuales una prueba de que
nuestra evolución es un diseño auto-experimental. Todo el producto ideológico
institucional –político, religioso, etc-, causante de nuestra ilusoria
convicción de separación y competitividad, dentro de una naturaleza claramente
cooperativa y profundamente interconectada, es un recordatorio de que debemos dejar de gatear, para empezar a
caminar. El tiempo humano es un guiño en el ojo del tiempo cósmico, y el
siguiente paso, consiste en desmontar las mentiras que sostienen el sistema
mundo actual, consiste en entender que no se trata de nosotros, no se trata del
ego corporativo, ni del sistema monetario-financiero actual, se trata de una
experiencia mayor que se autorregula en función del bien común. Eso es la
conciencia, una que como sus reflejos, nosotros, contrae enfermedades que
pueden ser curadas.
La conciencia, es esa intuición que
despierta en nosotros la certeza de un mundo mejor para nuestros hijos y sus
hijos, en el que la calidez de las relaciones humanas sea el trasfondo de nuestras construcciones. Uno donde
el aire, el agua y la tierra sean respetados como entes inseparables de nuestra
humanidad… de nuestra conciencia; donde los recursos energéticos naturales y el
aprovechamiento tecnológico sean un derecho de nacimiento, y el sistema
monetario sólo un recuerdo de nuestros primeros tropiezos.
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